Cuando la "fantasía" de ayer queda muy desactualizada.

Es indudable que Secretaria ejecutiva (Working girl, 1988), fue un boom en su época. Dirigida por Mike Nichols y guionada por Kevin Wade, la película que interpretaron de manera sublime Melannie Griffith, Harrison Ford y Sigourney Weaver nos hablaba de un tema de moda, que era la obsesión por triunfar en el mundo de los negocios y de las corporaciones.


El guion es de manual. Narra las peripecias de Tess McGill (Melannie Griffith), una secretaria con “una mente para las finanzas y un cuerpo para el pecado”, que busca de manera incansable llevar sus ideas a buen puerto. En el trayecto, comienza una relación con Jack Trainer (Harrison Ford), sin saber que él es el hombre con el que está en amoríos su jefa, Katharine Parker (Sigourney Weaver).



A partir de la trama principal, tranquilamente se podría hacer una remake de la película, sin ningún tipo de cuestionamiento. Además, este film contiene el ejemplo perfecto a la hora de hablar del pitch o de la venta de un proyecto en lo que dura un viaje en ascensor.


Sin embargo, quisiera detenerme en otro aspecto. Se trata de una escena puntual que, hoy en día, deberíamos atender de otra manera.


Tess es inteligente y hermosa, y su problema, es justamente ese. Al ser una bella mujer, no se la toma en cuenta por su inteligencia y se la deja en un puesto casi decorativo. Todo parece cobrar un sentido diferente cuando conoce a Katherine, otra mujer fuerte y bella, que no solo se convierte en su jefa sino en su ejemplo a seguir. Tess quiere, algún día, ser como Katherine y es por eso que las circunstancias la llevan a hacerse pasar por ella.


El rol de la mujer en el mundo de los negocios está bastante bien tratado. Pero, ¿qué pasa cuando prestamos atención al mundo privado de los personajes femeninos?



Quiero centrarme en el personaje de Tess, ya que pasa por una circunstancia que, al día de hoy, sería completamente inaudita:


Cuando Tess conoce a Jack, este se hace pasar por otra persona; la emborracha, se mete al taxi donde ella está casi inconsciente, la lleva a su casa, le quita el vestido y la acuesta a su lado. Al despertar, Tess no recuerda nada de lo que ocurrió la noche anterior. Busca su ropa y se va de la casa con extrema rapidez... ¡porque tiene una reunión de negocios y no quiere llegar tarde!


Camino a la reunión, en ningún momento se plantea lo que pudo haber ocurrido la noche anterior, en casa del desconocido. No importa; no cuenta. Se normaliza totalmente la actitud de este señor y pasaría a ser una anécdota más (que Tess seguramente se guardaría para sí), de no ser porque, en la reunión, descubre que el hombre con el que tenía la entrevista era justamente Jack.


Son varias las escenas que pasan hasta que Tess tiene la oportunidad de preguntarle a Jack qué ocurrió esa noche.


Nada, por supuesto.


Si no, no estaríamos hablando de una comedia. Sin embargo, esa liviandad con que es tratado el asunto hoy en día sería completamente inaudito e irresponsable de plantear.



¿Por qué traigo a colación esta escena?


Se habla mucho en estos días de la cultura de la cancelación, de la cual no soy partidaria. Creo que mirar al pasado nos sirve para aprender y para tratar de mejorar nuestro presente; de nada sirve censurarlo y hacer de cuenta que nunca existió.


Por eso, una escena como la que acabo de describir, que bien podría pedir la “cancelación” de esta película por “fomentar la cultura del abuso”, me parece otro ejemplo más para hacer visible una realidad de la que por mucho tiempo no se habló.


¿Por qué Tess no pensó siquiera que aquella situación estaba mal y la trató con total naturalidad?


Para ello, tenemos que situarnos en la época y, lamentablemente, en esos años, la acción de Jack era una más de las “fantasías románticas” que podía “enamorar” a cualquier mujer.


Hoy, como comunicadores, es necesario reparar en los mensajes que damos y en cómo los abordamos. Esto no quiere decir que, como autores, no podamos escribir acerca de una situación de abuso. Sí, podemos escribir lo que queramos, pero la resolución del asunto y cómo los personajes lo transitan hacen la gran diferencia a la hora de contar una historia.



Entonces, ¿qué aprendimos de esta escena de Secretaria ejecutiva?


  1. Que NO hay que mentirle a otra persona acerca de quién es uno.
  2. Que NO hay que aprovecharse de una mujer en estado de ebriedad.
  3. Que NO hay que desnudar a una mujer en estado de inconsciencia.
  4. Que NO es viable romantizar una posible situación de abuso.


Quizás, hace treinta años, este era el simpático comienzo de una gran historia de amor. Hoy, en el año 2021, sabemos que el amor es otra cosa.


Por favor, aprendamos de lo que ya está escrito y, como comunicadores, seamos responsables con los mensajes que damos, sobre todo, a la hora de escribir escenas de amor.





Y para vos, ¿qué otras escenas de películas serían cuestionables, hoy en día?


¡Contame en los comentarios! :D



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